24 agosto 2006

Cerca de septiembre, lejos de Colombia



SEPTIEMBRE DEL 92

Agosto es una isla
que vive su historia entre dos soledades.
Para llegar hasta él se precisa cruzar un mar,
un océano de desamparos,
tomar un avión que lo limita en ambos sentidos.

Julio me sabe a muerte, a desesperación...
pero también a esperanza;
necesita no más que un pequeño empuje.
Pero septiembre me coge ya sin fuerzas,
con un llorar resignado, mudo, sin lágrimas,
y sin voluntad de vivir o morir
una muerte lenta, agonizante e impotente,
...sin límites.
Conduce a una locura gradual, pero persistente,
que poco a poco te envuelve
y te empuja a una enfermedad progresiva
que empieza en lo mental para invadir todo el cuerpo.
Ya las manos se me agarrotan y hacen imposible la escritura,
y ella
sigue lejos, despiadadamente lejos,
brutalmente separada de mí,
con una lejanía sin compasión
que me va despedazando, célula a célula,
hasta llegar al corazón que, de pronto,
parece que vaya a dejarme a mi suerte.

Dios sabe que mi fidelidad va más allá de lo humano.
Sigo fiel a esa idea real que necesita ser sueño
para poder materializarse y envolvernos en su torbellino,
más allá de lo divino que no es otra cosa que lo humano.

Pero septiembre es un mes escurridizo,
casi queriendo no puedes atraparlo.
Escapa de tus manos
del mismo modo que quisieras escapar de las suyas.
Y, cuando te das cuenta, se ha desvanecido.
Y, de pronto, ella aparece.
Poco a poco, su presencia empieza a sentirse
desde el principio del pasillo.
Desde más allá donde la ciudad comienza.
Entre las calles más remotas.
Ves, notas, presientes su figura
avanzando lentamente a través de la niebla...
de la luz...
de la obscuridad...

Primero adviertes su sombra acercándose
desde el otro extremo,
hasta que su cuerpo se hace presente
y sientes su aliento detrás de ti.

...Hasta que siento su respiración cerca de mi boca...

Y entonces ya no me queda otra cosa
que abrazarla hasta romper mis brazos,
como si este primer abrazo de finales de septiembre
fuese el último de un verano en despedida.
Porque a partir de ahora...
ella va a ser yo, y yo ella, de tal manera
que abrazarse a sí mismo pudiese parecer demasiado estúpido.


Jordi Gomara
,
Barcelona, 18 al 25 de septiembre de 1992
Poemario: Verano del 92

Fotografia: Jordi Gomara, Santiago de Cali, julio de 2006