25 noviembre 2006

De otoño


El otoño es un tiempo de espera que se diluye en la oscuridad de la larga noche.
La larga noche del tiempo del miedo y la desazón, de los inciertos y los pesares,
que nos empuja al frío que inhabilita las venas del pensamiento,
las arterias de la emoción, la vida de los parajes más hieráticos del corazón.
Es el otoño pero yo te amo, continúo amándote de manera intensa y real,
con un amor de paso confiado, firme y seguro, de tierra adentro, sin embargo extraño y líquido,
húmedo de lluvia y de mar, envenenado por el sueño de las entreluces de una incierta penumbra.
Pero el amor es así, inevitablemente empapado de agua marina y de oleadas salobres.
El amor es perfume intenso en la cueva de un abismo profundo y un poco oceánico.
Es inquieto y pregunta el horario de todas las cosas, como una serpiente pirenaica
que se escurre amenazadora entre roquedales y otrora despierta frágil contra el sol.
Contra un sol rojal y rojizo de fruta jugosa, sedosa a los sentidos; con sabor de miel.
A pesar de todo, el amor es prudente porque busca abrigaño y caricias tiernosas,
pero toma distancias al tiempo que se ampara en la certeza del otro, en su evidencia.
El amor es total, todo lo envuelve, con su insistencia abraza enteramente el sentido de las cosas.
Pero el otoño es brutalmente abrumador e incrustante, y, de cierto, poco indulgente,
e indudablemente hay que aprovisionarse de uva fresca del jardín y olvidar el largo invierno
esperando la llegada de los primeros perfumes de la hierba primaveral.
A pesar de todo, es otoño, amor mío, y yo te amo, con un amor de infinitud,
y aunque intencionadamente quisiese no hacerlo, ni podría ni sabría.
Y es que ya lo sabes, es de otoño, amor mío, ...no llegues tarde que yo te amo.

Jordi Gomara, Vallromanes, 25 de noviembre de 2006. Tiempo de nieves

Fotografía extraída de: http://neuromancerwp.free.fr

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