Izquierda y derecha
Muchos sostienen hasta la saciedad que no existen diferencias significativas entre las ideologías de derecha y de izquierda. Generalmente las personas que mantienen esta postura, lo hacen para justificar que sus simpatías políticas se encuentran más bien en la derecha. También encontramos aquellos individuos que nos hablan del “centro” afirmando que la posición política centrista, centrada, es la más juiciosa, que huye de “radicalismos”. Y yo me pregunto ¿qué es el centro? ¿La indefinición permanente o un modo de decir que eres de derecha pero moderada? Y ¿qué es ser de derecha moderada? ¿Quizás querer mantener el sistema tal como ha funcionada hasta el momento? ¿Tal vez el no querer mirar que a tu alrededor hay tanta gente que padece, que sufre? ¿Quizás que te produce miedo ver tu propia realidad y la realidad de todas las otras personas que te rodean?
Una persona que haya realizado ni siquiera un pequeño curso de economía, por ejemplo, se dará rápida cuenta que tradicionalmente han persistido dos formas (dos paradigmas, si se quiere) de organización estatal a lo largo de la historia contemporánea:
1. Aquella que consiste en cerrar los ojos y que cada cual se espabile como pueda. Un sistema económico que se mueve en la no intervención del estado; el laissez faire. Aquel paradigma que se basa en la iniciativa privada y, consiguientemente, en favorecer los intereses de lo que es privado en contraposición de lo que es público o común, de aquello que trabaja para el beneficio máximo propio y particular. Esta es la forma de organización social que los herederos de los privilegios, de la riqueza y del poder han intentado tradicionalmente que se mantenga a toda costa y al precio que sea necesario; en consecuencia es lógico que deseen un estado que no mira, que no controla, para que todo siga siendo simplemente como había estado siendo hasta ahora.
2. Aquella que se basa, principalmente, en la intervención estatal en la economía, en el control económico por parte del estado. Esta posición nace a partir de las “revoluciones” socialistas primordialmente; no parece necesario ahora profundizar en las raíces filosóficas de la Antigua Grecia. Se parte del control y la participación del estado en lo económico para recaudar dinero e invertirlo en el bien público, en lo social, en definitiva, en la comunidad. O sea, se trata de favorecer lo que es común y/o público en contra de lo que es privado –de una persona o grupo limitado de personas-. De aquí nace la idea de la repartición de la riqueza y el establecimiento de un sistema que garantice las mismas oportunidades para todos, etc.
Nada de lo que hablo es nuevo, pero no está de más ir recordándolo dado que continuamente surgen individuos promoviendo la confusión, y, al final, si no vamos refrescando la memoria caemos en la trampa de ver como “algo normal” lo que no tiene por que ser de tal modo. Tampoco pretendo llevar a cabo ahora un discurso profundo y científico, ni mucho menos erudito, huyendo, por supuesto, de una terminología “pesada” que a menudo es un modo de intentar confundir al personal para no decir, en realidad, nada que tenga suficiente “sustancia”. Quiero simplemente dar una rápida pincelada, hay otras ocasiones para profundizar más si se quiere
Si partimos de las ideas filosóficas (ahora sí de la Antigua Grecia) rápidamente advertiremos que hay dos posiciones principales que darían soporte de inmediato a estos dos modos de ver nuestro mundo:
a) por un lado encontramos a Parménides, el cual afirma que la realidad es única, inamovible, que no existe el cambio, ni el movimiento; éstos son aparentes
b) por otro lado, Heráclito sostiene que todo se encuentra en continuo movimiento, que la realidad es cambiante; que “no podrás bañarte dos veces en la misma agua, porque ésta se encuentra en movimiento continuo”
De estas dos visiones de “la realidad” podemos extraer fácilmente las siguientes afirmaciones:
i) no es necesario “moverse”, “no hagas” nada, la realidad no cambiará
Una persona que haya realizado ni siquiera un pequeño curso de economía, por ejemplo, se dará rápida cuenta que tradicionalmente han persistido dos formas (dos paradigmas, si se quiere) de organización estatal a lo largo de la historia contemporánea:
1. Aquella que consiste en cerrar los ojos y que cada cual se espabile como pueda. Un sistema económico que se mueve en la no intervención del estado; el laissez faire. Aquel paradigma que se basa en la iniciativa privada y, consiguientemente, en favorecer los intereses de lo que es privado en contraposición de lo que es público o común, de aquello que trabaja para el beneficio máximo propio y particular. Esta es la forma de organización social que los herederos de los privilegios, de la riqueza y del poder han intentado tradicionalmente que se mantenga a toda costa y al precio que sea necesario; en consecuencia es lógico que deseen un estado que no mira, que no controla, para que todo siga siendo simplemente como había estado siendo hasta ahora.
2. Aquella que se basa, principalmente, en la intervención estatal en la economía, en el control económico por parte del estado. Esta posición nace a partir de las “revoluciones” socialistas primordialmente; no parece necesario ahora profundizar en las raíces filosóficas de la Antigua Grecia. Se parte del control y la participación del estado en lo económico para recaudar dinero e invertirlo en el bien público, en lo social, en definitiva, en la comunidad. O sea, se trata de favorecer lo que es común y/o público en contra de lo que es privado –de una persona o grupo limitado de personas-. De aquí nace la idea de la repartición de la riqueza y el establecimiento de un sistema que garantice las mismas oportunidades para todos, etc.
Nada de lo que hablo es nuevo, pero no está de más ir recordándolo dado que continuamente surgen individuos promoviendo la confusión, y, al final, si no vamos refrescando la memoria caemos en la trampa de ver como “algo normal” lo que no tiene por que ser de tal modo. Tampoco pretendo llevar a cabo ahora un discurso profundo y científico, ni mucho menos erudito, huyendo, por supuesto, de una terminología “pesada” que a menudo es un modo de intentar confundir al personal para no decir, en realidad, nada que tenga suficiente “sustancia”. Quiero simplemente dar una rápida pincelada, hay otras ocasiones para profundizar más si se quiere
Si partimos de las ideas filosóficas (ahora sí de la Antigua Grecia) rápidamente advertiremos que hay dos posiciones principales que darían soporte de inmediato a estos dos modos de ver nuestro mundo:
a) por un lado encontramos a Parménides, el cual afirma que la realidad es única, inamovible, que no existe el cambio, ni el movimiento; éstos son aparentes
b) por otro lado, Heráclito sostiene que todo se encuentra en continuo movimiento, que la realidad es cambiante; que “no podrás bañarte dos veces en la misma agua, porque ésta se encuentra en movimiento continuo”
De estas dos visiones de “la realidad” podemos extraer fácilmente las siguientes afirmaciones:
i) no es necesario “moverse”, “no hagas” nada, la realidad no cambiará
ii) dado que todo es cambiante y todo se encuentra en continuo movimiento, intentemos cambiar esta realidad que nos rodea
Si nos fijamos bien, los elementos que he apuntado siempre en primer lugar parten de la idea que nutre todo este sistema de pensamiento de la derecha “moderada” (lo de “moderada” es un decir), del centrismo político y, por supuesto, de la monarquía, del poder eclesiástico, de la oligarquía, de cualquier tipo de imperialismo y de las derechas “no tan moderadas” que han seguido a los sistemas totalitarios en el tiempo. Intentan que “piquemos” siempre en el anzuelo de la tendenciosa idea que no es posible el cambio, que todo será siempre igual, tanto con la derecha como con la izquierda basándose en la visión parmenídea de que solo existe una única realidad, y, consiguientemente, que en nuestro “subconsciente” individual y colectivo quede bien grabado aquello de que “todos los políticos son iguales” y que “todas las políticas son iguales”, ya sean éstos/éstas de izquierda o de derecha
A pesar de todo, conviene decir que ante estas dos posturas que, evidentemente, una es la liberal y la neoliberal y/o capitalista, y la otra la socialista en sus diversas “versiones” y matices, encontramos también otra que es la libertaria, o anarquismo, o socialismo libertario, que sostiene, i así lo es realmente, que el poder o la autoridad se ha de combatir allá en cualquier lugar o en cualquier forma que aflore. Con esta idea deberíamos asumir, sin duda, que el socialismo autoritario, o gobierno comunista, o “gobierno” de izquierda, etc., no deja de ser en si la misma derecha en sus respectivas variantes. Y, de ese modo, podríamos aceptar con Gustavo Bueno, que la única izquierda verdadera es el anarquismo o los movimientos libertarios
De todo lo anterior se extrae, para concluir, que en realidad podemos hablar de tres vías “de acción política”, si queréis
- La primera sería el inmovilismo propiamente dicho, atribuido a la derecha de siempre; evidentemente no hay otra derecha ni por definición puede haberla
- El reformismo social, atribuido a la izquierda
- La revolución social, atribuida a la izquierda de la izquierda, que dicen algunos, o, propiamente dicho, al movimiento libertario
Dentro del movimiento libertario existen, a grandes rasgos, tres corrientes des de mi punto de vista:
- Los que esperan la “revolución pendiente” y actúan para hacerla posible
- Los que creen que el “reformismo” es válido para ir cambiando la sociedad de manera paulatina (ideas que tal vez están más emparentadas con el comunismo actual)
- Los que están convencidos que gradualmente las ideas de justicia social, cooperación, ayuda mutua, no coacción, etc. irán calando en la sociedad y la irán transformando paulatinamente con la acción continua de los movimientos sociales
Llegados a este punto, lo que nos debemos preguntar aquellos que, como mínimo, simpatizamos con la idea libertaria, es si es mejor continuar dejando que la derecha “se extienda en todo su esplendor” o darle, por el contrario, un voto de confianza a la izquierda, aun muy incipiente. No me refiero a los partidos puramente “socialistas de nombre” como el PSOE, PSC en Catalunya, etc., si no a éstos con el apoyo de aquellos que por si mismos no tienen posibilidad de acceder a los órganos de gobierno. Digamos, coaliciones de izquierda semejantes a la que hay actualmente en el parlamento español y catalán. Insisto que esta izquierda es muy incipiente, ¿habrá que darle tiempo? Hasta el momento creo que puedo sostener que no habíamos podido conocer un partido realmente de izquierda en el gobierno, por lo menos, desde el franquismo
Tal vez ésta sea la cuestión: si la autoridad sea del signo que sea es nociva para la comunidad, cuál es la vía más idónea para derrocarla, apoyar a la izquierda -haciéndolo, en la medida de las posibilidades reales, apoyando siempre cada vez a la izquierda que vaya quedando más a la izquierda de la “izquierda oficial”- o dejar que la derecha acabe de una vez –como ya estuvo a punto de pasar con el gobierno del PP- con todas aquellas vías que posibilitan cambiar el mundo sin que fuera necesario llegar al extremo de que hubiese que hacerlo a través de una auténtica revolución
***Fotografía
6 comentarios:
No té res a veure, però sí que vinc, sí ;)
Si és que m'havia equivocat i he posat l'enllaç en el teu post de la página en castellà
En fin. La postura intervencionista es la postura en favor del status quo, pues el intervencionismo es lo que existe en los países occidentales. Por otro lado, es el laissez-faire el que destruye fortunas. El intervencionismo es frecuentemente apoyado por las grandes fortunas, ávidas de evitarse futuros competidores.
Pero bueno... tú sigue en tu mundo multicolor...
Sí, mira Daniel, si a ti no te importa, preferiría seguir en mi mundo multicolor.
Lo que es vivir en un mundo multicolor es defender la globalización y el laisse-faire a la vez como he visto hacer a alguna gente. Sin subsidos y acuerdos gubernamentales no hay globalización que valga. La globalización es impuesta a golpe de violación sistemática de los principios de mercado. El libre mercado genuino implicaría unos mercados mucho más locales.
Al autor del blog, algunos de los primeros socialistas defendían el libre mercado laissez-faire. El estatismo vino luego. Pero vaya por donde algún laissez-faireiano socialista ha sido secuestrado ahora por la derecha como Benjamin Tucker.
Ah, y el PP tiene de liberal lo que yo de millonario. O sea nada. Me hace gracia esa gente que va de liberal y que sigue lo que dice la FAES y escucha a la COPE, que haberlos habrálos algunos. ¡Si ambas cosas están subvencionadas por el Estado! ¿Liberales? ¡Para lo que les interesa porque a la hora de la verdad bien que les gusta Papá Estado!
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